domingo, 27 de diciembre de 2009
Ruego al 2010
Por: Orestes Rodríguez
Al final de cada año todos los seres humanos hacemos nuestros pedidos y predicciones sobre aspectos que conforman la vida y la manera de transitar por la existencia en medio del apogeo de las vicisitudes y conflictos reinantes.
Acabamos de celebrar el nacimiento de Jesús y no causaría asombro que desde las alturas volviese la vista a su alrededor, como los poetas le atribuirian hacer a Jupiter y vería cuántas calamidades afligen la vida humana, cuán mísera y cuán sórdida es su nacimiento, cuán trabajosa la crianza, a cuántos sinsabores está expuesta la infancia, a cuántos sudores sujeta la juventud, cuán molesta es la vejez, cuán dura la inexorabilidad de la muerte, cuán perniciosas son las legiones de enfermedades, cuántos peligros están inminentes, cuánto desplacer se infiltra en la vida, cuán teñido de hiel está todo, para no recordar los males que los hombres se infieren entre si, como, por ejemplo, la miseria, la cárcel, la deshonra, la verguenza, los tormentos, las insidias, la traición, los insultos, los pleitos y los fraudes de todo tipo.
La paz se ha convertido en una amarga quimera y el ruido de la guerra cruje en diversos puntos del planeta. La civilización occidental está bajo la lupa de quienes desean su destrucción y han planteado una guerra cargada de crímenes. Cuánta razón tenía aquel sabio ginebrino Juan Jacobo Rosseau al sostener que “el hombre ha nacido libre y por doquier se encuentra en cadenas”. No solo encadenado a los peligros de su extinctión sino también a los peligros de la que ahora se conoce con el nombre de la pandemia del consumismo.
Por todas razones te rogamos 2010 que presidirás un nuevo período de tiempo, protejas a la humanidad de tantos avatares perniciosos que de diferentes ángulos procuran socavar los principios de la indulgencia y el bienestar humanos. No permitas que la amenaza de suprimir la libertad del hombre en los distintos puntos del planeta se haga una realidad subvirtiendo el orden democrático y se nos permita la convivencia de acuerdo con los postulados del Quijote: “Sancho, la libertad es el don más preciado que a los hombres dieron los cielos”.
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